Si…!!! Estuvimos en JAPÓN

 

 

Enormes contrastes.

Un viaje alucinante. 14 horas de vuelo directo que se me pasaron bastante rápido, en serio.

Cuando aterrizó el avión, y ya desde la llegada al aeropuerto de Tokio, tuve la sensación de que allí todo era diferente.

 

En un inicio no me apasionaba la idea de ir, había conocido hacía unos años a una japonesa que, sin mover ápice alguno de su cuerpo me impuso un muro de hielo cuando me acerqué a saludarla, y no me dejó muy buena impresión.

Pero nada que ver. Menos mal que me decidí a ir.

Todo el viaje tuve la sensación de que a través del cabecero de mi cama se había abierto una puerta, una canal de comunicación con otro planeta, y que ahora me encontraba allí. Estaba en otro planeta.

Otro planeta fue para mi Japón. Las personas, las costumbres, los ritmos… Sin poder explicar exactamente por qué todo es tan diferente allí.

La primera semana me tiré haciendo foto a TODO lo que se me pasaba por delante. Cualquier cosa. Estuve alucinando, fascinada.

 

 

En Tokio no hay papeleras en la calle. No es como en Madrid que a cada 10 metros sueles encontrarte una.

La primera herramienta filosófica que aprendí allí, es a encargarse de una misma y de sus cosas.

Los actos tienen un inicio y un final determinado. No se prolongan más allá del momento que le corresponde.

Me explico. En Japón compras algo para comer, te lo comes donde lo has comprado y los desperdicios los tiras en la papelera del propio establecimiento.

 

 

Nada de ir comiendo por la calle y finalizar la tarea en la papelera del establecimiento cercano. No.

Los actos tienen un inicio y un final determinado con un tiempo de disfrute máximo, el suyo. No se estira, ni menos se le encasqueta a otro la tarea de uno mismo.

Todo muy conciso. Es lo mismo como cuando un niño está jugando y al finalizar recoge sus juguetes.

Con esto he aprendido que cuando me enamoro de la idea de hacer algo, no lo puedo dejar sin terminar. Respecto a algunas cosas podemos cambiar de opinión, o se nos pueden quitar las ganas o la motivación… no estamos obligados, eso está claro.

Pero no por costumbre. Pregúntate cuántas tareas has iniciado hace un mes y cuántas has llegado a concluir.

Esto al final crea una enorme sensación de insatisfacción. Es como acumular deuda. El impacto económico de esta cantidad de inicios sin terminar es enorme.

 

 

Otra cosa que aprendí es sobre la relación con los demás. Allí es popular acudir a los Onsen, son baños públicos tipo termas donde se realiza un auténtico ritual de auto-cuidado del cuerpo.

Un «enfócate en ti misma» muy concentrado, que me resultó súper potente y me resolvió varias cuestiones que tenía sobre lo que no podemos ver de nosotros y los demás si (que os comentaba en este post)

Este ritual y esa visión me han regalado muchas sensaciones sobre mi misma y mi relación con el entorno muy positivas, y es una experiencia súper recomendable que si viajáis a Japón no os podéis perder.

 

Una vez que seguimos el viaje fuera de Tokio, desde luego os diría que este siguiente destino fue la segunda cosa que más me gustó, viajamos a Hiroshima.

Era la primera vez que viajaba en un Shinkansen, y es una auténtica pasada.

Llegar a Hiroshima y ver la realidad de la historia que conocía través de los libros del instituto fue increíble.

Ver cómo una ciudad, pasa igual con Varsovia, que ha sido completamente destruida, renace con los años, se reconstruye, y la vida vuelve a ella, a ocuparla y devolverle su movimiento… Me pareció una misión digna de elogio.

 

 

 

La primera cosa que más me gustó, me preguntaréis, fue Miyajima.

Es una isla (declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996) absolutamente encantadora, donde pueden pasar cosas únicas, y que tiene una energía muy especial.

 

 

El viaje hasta allí es en Ferry y al desembarcar, hay unos ciervos muy graciosos paseando libremente por la isla.

Nos estrenamos en el típico Hotel japonés, el Ryokan.

La experiencia fue muy divertida y diferente. Una pasada dormir en un tatami.

En Miyajima cenamos en el mejor restaurante japonés al que he ido nunca, estaba todo espectacular y lleno de rituales en torno a la comida y al espacio que rodea todo el proceso.

Todo lo relacionado con lo japonés es una meditación en movimiento a través de un ritual.

Lo más espectacular es el Santuario Itsukushima (está en la isla del mismo nombre que popularmente se conoce como Miyajima) un santuario enorme (cuando digo enorme es enorme) con una estructura en forma de puerta que hay justo enfrente, el Torii.

Es súper curioso porque cuando sube la marea no se puede uno acercar, pero cuando baja (que suele ser al mediodía, al menos así fue cuando estuvimos nosotros) se puede visitar a pie, se puede tocar y hacer fotos bajo el propio Torii.

Impresionante.

Además hay un sendero por el que se puede hacer una ruta de ascenso al Monte Misen, la montaña más alta que tiene la isla.

Y por ese camino tan peculiar se van viendo las impresionantes panorámicas.

 

«Seguimos nuestro viaje» y en Koyasan nos quedamos alojados en un Templo de monjes budistas.

Además de disfrutar de la infinidad de colores de los árboles que estaban haciendo su cambio de ropa al otoño, pudimos asistir de madrugada a una ceremonia budista que me dejó boquiabierta y ojiplática.

Toda una experiencia

¡¡Menuda cantidad de energía se movió allí!!

 

 

 

Tokio es publicidad. En cada rincón, en cada giro de vista hay un elemento publicitario que forma parte del paisaje.

 

 

Es de alguna forma una herramienta de decoración de la ciudad que impresiona por sus colores, sus gestos, sus dimensiones y por la saturación visual que produce, y de la que uno no termina de acostumbrarse en toda la visita.

Sin comprender el mensaje, la comunicación no verbal de sus carteles, los paneles, pantallas: caras expresivas, con gestos claros.

Vibrante.

Muy definido el producto y bien acompañado. La puedes encontrar en el metro encima del asiento, en la calle, en los aseos, no hay rincón donde no haya un anuncio publicitario.

 

 

Y por supuesto visitamos el Museo de la Publicidad de Tokio

 

            

 

Os voy a contar la RUTA que hicimos por Japón guiados por Yoitabi Travel:

Madrid ——————> Tokio (8 noches) -> Hiroshima (1 noche) -> Miyajima (1 noche) -> Okayama (1 noche) -> Himeji (2 noches)  -> Kioto (3 noches) -> Koyasan (1 noche) -> Kanazawa (1 noche) -> Takayama (1 noche) -> Tokio (2 noches) ——————Madrid

 

Fue ideal porque pudimos disfrutar de 3 semanas allí, y tuve la sensación al volver de traerme una gran idea de cómo es Japón. En muchos momentos quise decidir quedarme allí de tanto que me gustó, supongo que como dicen los amigos madrileños que allí viven y que también fuimos a visitar, Japón no es igual de visita que para vivir.

El idioma y las costumbres como todo, deben de hacer menos sencilla la aventura ¡¡Pero algo debe de tener cuando se quedan!!

Está todo limpio, los japoneses se organizan en los barrios para hacer tareas sociales  y de limpieza del barrio, tienen una forma de estar y una quietud enérgica que me impactaron.

Ese algo a mi de maravilloso me impresionó.

Y ahora ya de vuelta, aún, cuando me encuentro con algún japonés por la calle, lo quiero parar y hablar con él/la, para contarle que estuve en Japón y me fascinó.

Tokio

Shirakawago

 

 

Y desde que se empezó a acabar el viaje estando allí, estoy deseando volver.

Gracias B. por descubrirme Japón

 

Hasta el siguiente Post!!

 

etruscapublicitaria.com